sábado, 17 de agosto de 2013

Vilma Pulti e vampiros

Desde hace alrededor de dos meses, la Escuela 41 de Punta Mogotes no tiene clases. Un problema estructural que pone en peligro a alumnos, directivos y trabajadores impide su normal funcionamiento, que se está realizando de manera virtual, como ocurrió en 2009 durante el forzado receso por la gripe A.
El problema no es menor. La escuela 41 comparte espacios de hormigón con la escuela primaria 14 que, si no fuera por ese sector, no sería mas que un tinglado con algunas aulas demarcadas y no sabemos en qué medida, la falla estructural de una no afecta a la otra.
Por supuesto que ambas escuelas, como también el jardín de infantes 931, con frente sobre la calle Arana y Goiri, hacia los fondos de la 14, comprueban anualmente el incremento en su matrícula, sin que se planee la construcción –no ya de lo que estructuralmente está dañado-, sino de nuevas aulas que lleven a satisfacer la demanda.
La dirigencia política de la ciudad ha sido tradicionalmente ignorante de los problemas de esta zona que en verano, reporta enormes beneficios económicos por su sector de playas. Y en vez de interiorizarse sobre las realidades de Punta Mogotes, tanto políticos como funcionarios optan por dar respuestas estandarizadas, que sólo pueden satisfacer a quienes no viven por aquí.
Una simple recorrida por las calles de este sur puede dar muestras de esto: pavimentos inexistentes que afectan ya no al vecino que se embarra al salir de su casa –no es ese el problema principal-, sino a la circulación de todo un sector de la ciudad que debe recurrir a las pocas calles pavimentadas con continuidad para poder salir a las avenidas Mario Bravo o Edison, o distribuirse desde éstas a las demás calles. Problemas en los suministros de agua y otros servicios, sobretodo en el verano y hasta en los fines de semana largos, los colectivos que no cumplen con sus frecuencias, la casi nula señalización de las calles. Un ejemplo de esto es que el nombre de la Avenida Martinez de Hoz fue cambiado por una ordenanza cuando se inauguró su doble mano hasta el Puerto. Sin embargo, recién hace unos meses se han puesto los nuevos carteles que la identifican como “De los trabajadores”. Aunque previamente a eso, se le habían colocado unos carteles que remarcaban su nombre como “Miguel Martínez de Hoz”, aún cuando oficialmente ya no se llamaba así.
El sector está tan olvidado en relación a su influencia en la ciudad que los candidatos ni siquiera vienen a sacarse una foto al barrio durante la campaña.
Sin embargo, pretenden imponer soluciones que suenan de otro mundo, fabricadas en despachos muy lejanos. La más típica es el artilugio dialéctico que intenta asociar esa idea de olvido oficial con “retraso”, y de ahí, la necesidad de destrozar patrimonialmente el sector para llenarlo de edificios torre que de ninguna manera solucionarían los problemas del barrio y, por el contrario, los acentuarían.
¿Se entiende? Cuando se les reclama a los políticos sobre el "olvido" del barrio, éstos cambian esa palabra por "retraso", la cual los habilita para aprobar negocios propios que, lejos de hacer recordar el sector, lo destruyen.
Podríamos llegar a un acuerdo con la dirigencia política de la ciudad: olvídense de Mogotes, pero al menos, no molesten. Pero esto es imposible de lograr cuando el aleteo del dinero pasa tan cerca de quienes manejan la ciudad.
Cada tanto, los directivos de las principales cámaras de la construcción de la ciudad, nefastos personajes que a esta altura merecerían un diagnóstico del Dr. Castro, se turnan para aparecer en los medios que no les anteponen la menor crítica. Fingiendo “preocupación” por la construcción en Mar del Plata, que siempre parece estar al borde de un apocalipsis que nos llevaría a algún 2001, plantean la necesidad de realizar megatorres en la zona sur de la ciudad. Esta semana que pasó, Norberto Cánepa, del centro de constructores, salió a decir que “La zona Sur es un espacio virgen” para estas construcciones. Como si no hubiera por aquí gente con actividades, trabajos, casas que se construyen y se reforman, vidas y chicos que van al colegio y precisan de mas aulas. La ética de la topadora. El mismo discurso del genocida Roca sobre "La conquista del desierto".
Aún resuenan en el barrio las palabras de su par de la Cámara de Desarrolladores Inmobiliarios, un tal Luis Silva, que calificó a la zona de Mogotes, un típico barrio de chalets marplatenses y casas bajas, diferente de otros sectores de la ciudad, como que “da lástima”.
Claro, la nula crítica que estos señores reciben de los medios que los entrevistan, el tono de charla de amigos con que se plantean los reportajes, no tiene su correlato cuando desde estos mismos medios le preguntan a los vecinos que se les oponen, ante quienes no dudan en practicar el periodismo incisivo sin mediar atenuantes a quienes no están acostumbrados a los medios masivos.
Con frecuencia, los políticos que no se acuerdan del barrio, plantean la necesidad de “modificar el Código de Ordenamiento Territorial”, y aducen dudosas razones de modernidad, un crecimiento nunca verificable de la ciudad y otros puntos que encubren dos temas que aún no han podido esconder detrás de las amañadas redacciones de las ordenanzas: uno, que el llamado nuevo Código de Ordenamiento Territorial no sería otra cosa que un escrito a medida de las cámaras inmobiliarias de la ciudad que decretaría el fin de los barrios de casas bajas en nuestra ciudad, salvo que sean construidos como exclusivos countries o barrios privados por estos mismos desarrolladores, una especie de ciudad sin ayer, en la que se permita demoler todo lo histórico y todo lo emblemático, y en la que los edificios de la Avenida Colón, aunque con un poco de pasto alrededor, serían el modelo de desarrollo citadino, en la que la estética y necesidades edilicias de la ciudad estaría al servicio y capricho de unos pocos empresarios forrados en dinero, y dos, que de esta manera, los concejales e intendentes de la ciudad no deberían recurrir a las llamadas “excepciones” para aprobar dislates edilicios y así, no pagar el temido costo político.
En tal sentido, vale la pena recordar un episodio que tiene unos tres, tal vez cuatro años, cuando a través de la Sociedad de Fomento tomamos conocimiento de que la Provincia de Buenos Aires andaba buscando un lugar para edificar una escuela secundaria en Punta Mogotes. La versión nos llegó también a través de otra fuente, que aseguró haber visto a los funcionarios provinciales recorrer la zona del llamado “centro comercial de Mogotes” preguntando si por allí había algún terreno en venta apto para la construcción. Intentamos averiguar de qué área provincial habían venido los funcionarios, pero resultó imposible.
Sin embargo, tuvimos una idea: en la esquina de Lebensohn y Av. de los Trabajadores se erigía el antiguo Hotel Iguazú. Una construcción típica de la zona, de tres plantas y techo de tejas coloniales, que había dejado de funcionar como tal y entonces se estaba deteriorando sin uso ni función, con el destino que todos suponíamos. Aquel lugar, reacondicionado, reciclado, podría servir como escuela. Tenía un terreno adyacente que bien podría funcionar como patio-gimnasio y entrada por dos calles. La sugerencia, de haber dado con los funcionarios, hubiera sido su expropiación, la conservación de un edificio emblemático y su utilización para el bien público.
Pensamos en ese edificio porque a un par de cuadras allí funciona el Instituto Educativo Punta Mogotes, una escuela privada que ocupa un edificio que alguna vez fue colonia de vacaciones y tiene características similares.
El Hotel Iguazú, en ese barrio al que los funcionarios no prestan atención para causas vecinales, terminó siendo demolido, sin que ni el intendente ni los concejales escuchen a los vecinos que quisimos que se no se lo tire abajo, aún proponiendo que en su lugar funcione una escuela. Algunos allegados a concejales nos reprocharon la idea de que “se desperdicie” un lugar frente al mar para fines educativos, los mismos que un par de años antes nos hicieron llegar la opinión de una concejal: “si no quieren edificios, váyanse a vivir al campo” y que mereció la respuesta acerca de que, gracias al mismo accionar de los concejales, en el campo nos envenenarían con fumigaciones de agrotóxicos. 
En el terreno yermo del que fuera el Hotel Iguazú se colocó un cartel en el que una empresa inmobiliaria de la zona, asociada a otra dedicada al negocio agropecuario, construiría una torre de forma abanicada.
Claro, el proyecto, bastante ambicioso, violaba toda reglamentación sobre la construcción en la zona y su adyacencia con el complejo de Punta Mogotes, cuya área verde es considerada parte de la Reserva Puerto, a la que iba a echar sombra y, por lo tanto, no podría ser afectada por construcciones cercanas.
Sólo una excepción a las normas, una más a las tantas que se han ido dando en los últimos años, podría autorizar algo así.
Y así fue, el proyecto se presentó en el Honorable Concejo Deliberante, en el cual, para la llamada “mayoría automática” de Acción Marplatense, no representó mas que un trámite.
Para los demás integrantes del Concejo Deliberante que tal vez estaban de acuerdo con aprobar la excepción, el que solamente los votos de Acción Marplatense puedan lograr la aprobación, era sin duda un alivio. Se libraron de tener que explicar una postura a todas luces incómoda en un año de elecciones.
El bloque de la UCR estaba en contra de la aprobación, no porque se hayan constituido en adalides del patrimonio marplatense, sino por aquello de la necesidad de modificar el COT, en el que estas excepciones ya estuvieran contempladas y tuvieran una norma que les permitiera lavarse las manos.
Sin embargo, su principal referente, Vilma Baragiola, la que viene, pero ya estaba, se recortó de sus compañeros de bancada y votó a favor del proyecto.
Vilma Baragiola, la que como diputada nacional no votó la ley de medios, pese a estar a favor, porque su partido había decidido no hacerlo, en este caso, no sólo no apoyó a su partido, ni ejerció la disciplina, sino que salió a darle a alguien una clara señal de que estaba de acuerdo.
¿Qué necesidad tenía Vilma de votar a favor, de que todos sepan de su interés por otorgar una excepción a favor de que privados obtengan un mayor rédito, si con los votos de Acción Marplatense el proyecto ya se hubiera aprobado? ¿Cuál era el desmedido interés de Vilma porque algún poderoso de la ciudad conociera su favoritismo hacia el negocio inmobiliario? ¿acaso la demostración de fidelidad al mismo amo? ¿la confirmación cabal, el gesto de calma hacia algún sector de que, votemos lo que votemos, la “mayoría automática” en el Concejo Deliberante seguiría en manos de quienes verdaderamente la detentan?
En algunos medios, Vilma sostiene que "no aprobó" la construcción de una torre, sino de un edificio de 8 o 9 pisos. Si así fuera, no hubiera hecho falta excepción alguna, ya que en la costa, gracias a ciertas prebendas de las que en este blog ya hemos hablado, se puede construir tranquilamente esa cantidad de pisos, sin necesidad de privilegios.
Una excepción como esta determina que habrá mas sombra sobre la costa, y en ese sentido se otorgó. Pero además, significa que habrá menos sol sobre las casas de los vecinos cercanos cuando el sol venga desde el mar, que perderán valor absoluto y patrimonial, el valor de sus casas únicas conseguidas con el ahorro de años, a favor de que unos cuantos empresarios puedan ganar mas con los departamentos mas altos que pueda vender ¿se entiende? Mientras usted disfruta de su fernet dominguero en su jardín, sepa que su propiedad, vecino, valdrá menos porque no tendrá el asoleamiento que tenía antes, y no se podrá tomar allí el fernet, ya que lo observarán desde 40 departamentos. Todo para que un empresario venda mas unidades de vivienda por mayor cantidad de dinero. ¿La solución? Su casa, vecino, cuyo valor cayó, podrá venderse a otro empresario de la construcción que, merced a las excepciones y el 30% mas que se permite construir en toda la ciudad desde hace mas de diez años por afuera de las reglas, podrá construir otro edificio, con el resultado de un barrio de casas bajas perdido para la ciudad y regalado a intereses ajenos al mismo y sus problemas.
Precisamente, quienes piden reglas claras, se benefician de las enmiendas y excepciones a las mismas, con el voto de reconocidos legisladores de la ciudad que así negocian las voluntades obtenidas en las urnas.
Lo cierto es que hace dos meses que una escuela de Mogotes no tiene clases, que en temas de educación, intendente y concejales no hacen otra cosa que señalar jurisdicciones y pasar la pelota a lejanos funcionarios provinciales en lugar de arreglar problemas inmediatos, que tal vez hubiera estado en sus manos determinar un nuevo edificio para la escuela, pero optaron por no hacer nada.
Por el otro lado, en materia de aprobar excepciones, la rapidez con que se manejan es notoria: el capital no puede esperar, la educación si.
¿Quedó claro? Los empresarios que, si los poderes soberanos de una ciudad, elegidos por su pueblo y en pleno ejercicio de la Constitución (que tantos se enojan cuando por otros motivos advierten que puede ser vulnerada), no actúan con la celeridad que sus caprichos demandan, llevarán sus dineros a otras ciudades cuyos representantes actúen mas rápido ante los mismos falsos estímulos.
Entonces, si nuestros concejales no actúan con rapidez, no se dice que en el mejor de los casos “no se generarán puestos de trabajo”, sino que “se perderán” los mismos, se usa a los gremios como grupo de choque, y los vecinos que defendemos que Mar del Plata se siga pareciendo a Mar del Plata nos transformamos en los enemigos públicos número uno.
El afán demoledor de algunos políticos locales, la necesidad de erigir mamotretos de cemento de dudosísima estética cuya única razón de ser es una modernidad que no le representa ningún valor a la ciudad pero sí al bolsillo del funcionario, bien podría encontrar su razón de ser en hospitales y escuelas. Nada debe ser mas moderno y funcional que un hospital o una escuela. En cuanto a los espacios en los que vivimos, con estar cómodos, es suficiente. Sin embargo, eso no ocurre. 
Mientras tanto, la Escuela 41, a la que Pulti y Baragiola no prestan atención, a pocas cuadras de donde otorgaron una excepción para que el capital privado arruine la ciudad y el asoleamiento de las casas linderas, continúa sin tener clases.

2 comentarios:

Claudia Gerstenhaber dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Claudia Gerstenhaber dijo...
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