sábado, 19 de junio de 2010

Construyendo nuestra identidad: Planificación participativa para los marplatenses

(Por la Lic. en Sociología María Eva Ayala).

En estos últimos días la ciudad ha comenzado a discutir y a movilizarse desde diferentes sectores en relación a su patrimonio histórico y a su identidad. Se ha logrado evadir la intención de desafección del inmueble “Villa Rocca” ubicado en Belgrano e Hipólito Yrigoyen donde actualmente se encuentra la Mueblería Robert aunque, por otra parte, hemos sido testigos del voto favorable por parte del Concejo Deliberante sobre la desafección y demolición del Chalet San José, de Boulevard Marítimo y Bernardo de Irigoyen. Había sido declarado de interés patrimonial en 1995, cuando se aprobó y reglamentó el Código de Preservación Patrimonial. Nuestra historia con amplios movimientos migratorios, una identidad que se encuentra pluralmente arraigada en cuestiones vinculadas a la naturaleza propia de una ciudad balnearia y turística y un programa político errático entre 1995 y le fecha son elementos que permiten ponderar la discusión sobre patrimonio histórico e identidad en Mar del Plata. Cuando se piensa en términos de patrimonio, muchas veces se hace referencia a aquello que resulta emblemático y no sobre lo cotidiano. Por ello, pensar desde la apropiación del patrimonio histórico, entendiendo los usos sociales que relacionan esos bienes con las necesidades de ciertos grupos acortaría la distancia entre la comunidad y el patrimonio. La posibilidad de selección de lo que será el patrimonio de nuestra sociedad es lo que va a determinar, a fin de cuentas, esta distancia. Desde aquí repensamos la idea de patrimonio resultando un fruto del consenso y de la identidad social y no una resolución de un grupo hegemónico. De este modo, nos inscribimos en una forma de pensar la cultura diferente a la que solemos escuchar. La cultura ya no como totalidad de un modo de vida, ni como entidad estática y hegemónica sino que la comenzamos a comprender desde el concepto de lo plural, de la diversidad propia del mundo histórico. No se trata de una cualidad inmutable desde el principio de los tiempos, sino de una construcción del presente que regenera el pasado en la búsqueda de un futuro posible. Aquel eje totalizador que respondió en la modernidad con paradigmas vigentes que señalaban un solo rumbo posible, paradójicamente, se encontraba casi negando la real intervención de los hombres sobre su propia existencia. Hoy, a la luz de esta interpretación de lo social, nos permite analizar objetivamente procesos de estructuración social prestando la debida atención a las representaciones y las subjetividades individuales, al lugar del hombre, a la apropiación que el mismo pretende realizar de su patrimonio arquitectónico. Entonces si redefinimos la idea de cultura, tenemos que seguir por la misma línea el concepto de identidad que como construcciones simbólicas que involucran representaciones y pertenencias comprendemos, también, desde lo plural, lo cambiante, lo múltiple. Y, en este sentido, Garcia Clanclini aclara que no podemos pensar que esta multiplicación es libertad irrestricta o indeterminación sino algo propio del crecimiento urbano de las ciudades del mundo, donde el desafío resulta volver el mundo traducible para convivir en la diversidad. Una ciudad con características migratorias y una complejidad creciente son factores que deben permitirnos el salto cualitativo de cualquier polarización, costumbre política argentina. Ni tradicionalismo sustancialista, donde la evaluación de los bienes históricos es solamente a través del valor que conllevan en sí mismos, considerando que han desaparecido experiencias sociales y el trabajo de quienes los produjeron y el pasado desvanecido sobrevira a través de los bienes que lo rememoran; ni mercantilismo en el cual los bienes acumulados por la sociedad importan en la medida si favorecen o retardan el avance material y cualquier inversión para recuperar patrimonios se justifica si cotiza en el mercado.
Una perspectiva participativa podría ser el comienzo de la salida en la cual el accionar del Estado y su interacción con los actores sociales se desarrolle en un proceso abierto de aprendizaje en forma compartida entre sector público, sociedad civil y comunidad académica. Esta búsqueda debería estar planteada en forma concertada por un conjunto de personas y organizaciones heterogéneas diferenciándose de la concepción tecnocrática del paradigma tradicional de planificación donde el acceso al conocimiento sobre prioridades y necesidades de la población meta se podía plantear a través de los técnicos asociados al caso. Así, la idea de cultura, la construcción de identidad posterior y el paradigma de planificación participativa tienen elementos subyacentes compartidos en tanto la selección de qué y cómo se preserva se realiza por medio de un proceso democrático en el que intervengan interesados y se consideren sus hábitos y opiniones. Esta forma de planificación esta conjugando la diversidad, buscando consensos y construyendo la identidad lejos de los emblemas patrimoniales o los tecnicismos en una interacción con los grupos sociales interesados en la construcción de un espacio de pertenencia local. Entonces, si la construcción cultural local que abarca mezclas interculturales en función de sus conocidos movimientos migratorios y, en este mismo sentido, si la identidad se comprende desde la pluralidad de pertenencias en una construcción simbólica del hombre, son estos grupos sociales interesados en esta identidad local los que deben ser escuchados en la producción del patrimonio histórico marplatense.

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