Hasta donde sabemos, la playa es pública. Se concesiona un área para que den servicios de carpas, sombrillas, bares y toda esa parafernalia veraniega, pero es pública. Alguien malentendió el concepto, seguramente apoyado en una de las tantas decisiones tomadas a espaldas del ciudadano común y en las que el deslinde de responsabilidades funciona echando la culpa a las jurisdicciones intervinientes. Si es la Provincia, la Municipalidad, La Nación o la OTAN. Una vez mas han confundido lo público con lo privado, a su favor, como siempre. Lo cierto es que los concesionarios de los servicios de balnearios han cercado las playas, mediante alambrados hacia el frente costero, y en estos casos, mediante persianas metálicas que impiden el paso de cualquier persona hacia adentro, como siempre ha sido y como si fuera su propiedad privada. Al ciudadano de a pie le queda pasar por el angosto, lamentable y maloliente Pasillo Público, cuyos baños -en pleno verano- nunca funcionan y por donde se complica mucho el paso de personas con dificultades motrices. Podrán decir que de esta manera resguardan los elementos propios de los balnearios, pero no muestran el mismo interés en resguardar los balnearios de las recurrentes inundaciones que se producen luego de cada lluvia en los estacionamientos, fruto de los taludes de tierra con pasto que se colocaron cuando se modificó el complejo para evitar que se pueda estacionar en los accesos laterales que tenían los balnearios, de modo que el que llega en auto al Complejo de Punta Mogotes no tenga mas remedio que pagar mas de veinte pesos por día para dejar su vehículo en los estacionamientos pavimentados, ya que además cuentan con la inestimable colaboración de la Policía, que destina una cantidad de efectivos nunca dispuestos a evitar robos, a prohibir lo que sin duda reportaría una pérdida a los concesionarios, como es el estacionamiento sobre el Boulevar Cleto Ciocchini, frente a las lagunas hacia la costa. Súmenle a esto que en la última reforma se eliminaron las pasarelas que unían los balnearios, de modo que la chusma no pueda ingresar a estos cotos privados por ningún lado, y el cerco está cerrado.
Cada balneario es un coto privado, alejado de todo, incluso de la imaginación, porque hace veintipico de años que no proponen otra cosa que campeonatos de truco y clases de gym, en medio de estridente música que deja al relax bastante lejos. Lo cierto es que los concesionarios, a muchos de los cuales se les ha renovado la concesión en forma bastante irregular, se han adueñado de la playa, privándonos a todos del libre tránsito que la Constitución nos otorga. Por mucho menos se hubiera desalojado escándalosamente a los feriantes de Plaza Rocha o del Paseo de los Artesanos. Eso sí: nadie impide el paso hacia la playa de camionetas 4x4 y cuatriciclos, cuya circulación entre cientos de personas disfrutando de un día como el 1º de mayo es un verdadero peligro, además de la contaminación que puede provocar el derrame de aceite y otros líquidos propios de cualquier cosa con motor. Mientras algunos de estos concesionarios no sólo apoyan la idea de las torres, sino que las construyen, enunciando que el barrio "está muerto", la Administración del Complejo financia obras en otros municipios, como Villa Gesell, el Partido de la Costa y Mar Chiquita, con fondos que bien podrían utilizarse para mejorar nuestras calles, nuestro alumbrado y otras carencias que tanto asustan a estos mercaderes.
1 comentario:
muy de acuerdo con esta nota.
la concesion no incluye el derecho de restringir el acceso, de ninguna manera. en playa grande existe un problema similar con los locales gastronomicos.
haciendo publicos estos hechos es como se encuentra la solucion.
gracias Guillermo
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